Axel Kicillof presentó su Presupuesto 2026 con la promesa de sostener la obra pública, la educación y la inversión social, pero el debate político que desató supera ampliamente las cuestiones técnicas. La iniciativa, que prevé un gasto total de 3,2 billones de pesos y la toma de deuda por 1.900 millones de dólares, se convirtió en el nuevo campo de batalla dentro del peronismo bonaerense. La Cámpora, una vez más, aparece como el principal contrapeso interno del gobernador.

El bloque que responde a Máximo Kirchner cuestionó el pedido de endeudamiento y reclama mayor participación en la definición de las prioridades presupuestarias. El Fondo de Fortalecimiento de la Inversión Municipal es el punto más conflictivo, ya que definiría cómo y a quiénes se distribuirán los recursos. Para los intendentes, su aprobación sin modificaciones podría concentrar el poder financiero en manos del Ejecutivo provincial.

Desde la Gobernación aseguran que el presupuesto “garantiza la estabilidad financiera y la continuidad de obras que benefician directamente a los municipios”. Kicillof, además, busca aprovechar el debate para consolidar su liderazgo dentro del peronismo, mostrando capacidad de gestión y firmeza política frente a los sectores que aún responden al kirchnerismo más ortodoxo. En su entorno señalan que el gobernador “no va a aceptar condicionamientos”.

La discusión parlamentaria que se avecina será determinante para el equilibrio del oficialismo. Si Kicillof logra imponer su proyecto, saldrá fortalecido como figura central del peronismo bonaerense. Pero si La Cámpora logra introducir cambios significativos, quedará claro que el liderazgo provincial sigue en disputa. El presupuesto, más que un instrumento económico, se convirtió en un reflejo del poder real en la provincia de Buenos Aires.

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